Se habían encontrado dos vecinas
con mucho que contar;
decían y decían y decían,
no paraban de hablar.
-Que sí que sí que sí,
que no que no que no,
que si esto que si lo otro,
que si lo sabré yo.
-Que a mí no me la pegan,
vaya decepción,
que son todos iguales,
que te lo digo yo.
Con tanto que tenían que decirse
no dejaban de hablar;
era mucha, muchísima tela
que querían cortar.
Y dale que te dale
y tracatracatrá
y fíjate qué cosas
y no me digas más.
Y que si patatín
y que si patatán
y chucu chucu chucu
y bla bla bla bla bla.
Charlaban y charlaban,
¡qué forma de charlar!
Contaban y contaban y contaban.
No pensaban callar.
Y que si no sé cuántos
y que si no sé qué
y quién lo hubiera dicho
y vete tú a saber.
Y no veas qué número
y fíjate qué bien
y que lo que no tienen
es lo que hay que tener.
De pronto comprobaron con asombro
que era noche cerrada;
llevaban todo el día y todavía
no habían dicho nada.
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