Y así es como Asunción cuelga en nuestro bosque el faro de cada noche. Y el príncipe lo celebrará con su canto, segundo a segundo, hora a hora, cada mañana.
Cada noche, la luna toco
con la punta de mis dedos.
Cierro los ojos,
los dos ojos cierro
que la luna se enfada
si le hacen trampas.
Cierro los ojos
y abro los sueños.
En mi cama,
a la luna
a mi lado
le hago un hueco.
Yo me pregunto:
¿tendrá frío la luna?
¿y miedo?
Yo no quiero
que la luna esté solita.
Ay, pobrecita,
del cielo colgada
en la noche oscura
hasta la madrugada.
Que me da pena,
penita,
la luna,
pobrecita,
ay… tan solita.
Luna, lunita
te dejo mi almohada
de seda bordada
que tus cabellos de plata
se enreden entre las sábanas
de mi alma blanca.
Luna, lunera
que no te de vergüenza
entra por la ventana.
¡Corre, ven ligera!
Te dejo mis cuentos
llenos de amigos,
y te leo un ratito
hasta que venga el sueño
a hacernos compañía,
hasta que llegue de nuevo
la luz del día.
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